Estamos trabajando muy duro este verano. Hoy andamos por Santiago de Compostela haciendo turismo religioso. Que no digan los turistas extranjeros que se van a contagiar de covid-19 en España. Nosotros vamos con nuestras mascarillas bien subidas, tapando nariz y boca. Así no pasa nada. Es lo que dicen el doctor Simón y sus expertos desconocidos.
En Santiago nos aplaudieron mucho tanto dentro como fuera de la iglesia próxima a la Catedral donde hicimos la ofrenda al Apóstol. Me sentí querida. Mi Felipe VI también se veía contento. Le hubiera dado un beso en público de lo satisfecha que estaba con el Pueblo, pero hay que dar ejemplo. Sólo nos dimos codazos. Es lo que hay que hacer: tocarse sin tocarse con las manos. Mi Felipe se queja porque mis codazos le dejan moratones en sus brazos de sangre azul. Tendré que codearlo con más cuidado. Yo lo codeo tanto para que mis súbditos vayan aprendiendo a hacer el nuevo saludo social permitido por las autoridades sanitarias.
Hablando de lo permitido y no permitido, está prohibido totalmente besar el anillo del arzobispo. Mi Felipe VI hizo una inclinación de cabeza. Yo dejé la cabeza sin inclinar. Me limité a sonreírle al arzobispo detrás de mi mascarilla. Las inclinaciones de cabeza suponen un movimiento muy cansado para el cuello.
Como os decía, en Santiago de Compostela nos aplaudieron y gritaron vivas al Rey. ¿Y a la Reina?, me pregunté. ¿No hay nadie que quiera larga vida para la Reina de España?... Mi doncella Maripuri debió pensar lo mismo porque salió por la ventana de su habitación en el Hostal de los Reyes Católicos dándome vivas.
-¡Viva la Reina! -respondió el Presidente Feijóo.
-¡Vivan las mujeres! -gritó la vicepresidenta Carmen Calvo.
-¡Vivan las madres! -chilló una señora embarazada.
-¡Vivan las abuelas! -berreó una vieja que me dijo cuando la fui a saludar que era abuela de siete nietos y venía el octavo en camino.
Las mujeres éramos protagonistas. Unas monjas que ayudaron a los curas a decir la misa me confesaron que eran feministas.
-Estamos a favor de la igualdad de la mujer y el hombre en la jerarquía eclesiástica.
-¿Alguna de ustedes quiere ser Papisa?
-Sí, señora -me respondió la monja más anciana-. Yo misma estoy interesada en trasladarme a Roma y hacerme con el anillo papal.
-Tendrá que esperar a que el Papa Francisco le deje el puesto libre.
-No me lo dejará -se lamentó-. Quiere ser Papa de Roma hasta el día de su fallecimiento. No va a jubilarse.
No pude seguir hablando con la madre superiora de la congregación religiosa al servicio de la Catedral de Santiago. Nos esperaban para comer. Mucho marisco nos siervieron.
-En Galicia no se come otra cosa -me dijo el Presidente Feijóo-. Todos comemos marisco.
-Mi doncella Maripuri no dice lo mismo, Presidente.
-Su doncella no es política. Los políticos somos los que comemos marisco todos los días. Los mejores percebes, las mejores cigalas, las mejores almejas son para nosotros.
-Es usted sincero.
-Por eso me votan. En Galicia gusta mi sinceridad.
-Ya veo.
Feijóo comía los percebes con la manos. Empezó a darme asco. Le dije a mi doncella Maripuri que trajera un recipiente con agua para que aquel hombre se lavara las manos. Lo estaba pringando todo.
-Traiga también alcohol -pidió-. El covid-19 anda por Coruña. Lo trajeron los del Fuenlabrada.
-También lo tenían ustedes en la Mariña lucense -le recordé.
-Era un virus distinto. El de la Mariña no es muy contagioso.
No quise discutir con Núñez Feijóo. Mi Felipe VI ya había acabado de comer un postre de tarta de Santiago y hablaba por teléfono con la Princesa de Asturias. Siempre informa a nuestra Heredera de nuestro trabajo como Reyes de España. Sofía me llamó a mi móvil. También quería información sobre el turismo religioso que estábamos haciendo. España tiene mucha suerte con nosotros. Somos la Familia Real perfecta. Que nadie piense en el abuelo Emérito. Ahora toca pensar en el futuro y el futuro es esta Familia Real que está trabajando de sol a sol para sacar al sector turístico español de la crisis. Lo lograremos. Somos un país de currantes.
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