Fue un acierto no invitar a mi suegro a la Fiesta de la Democracia porque le evitamos un mal momento con Pablo Iglesias y los defensores de los animales. Por ahí andan diciendo que tenía que estar en la fiesta del Congreso de los Diputados. No saben lo que dicen. Don Juan Carlos es un anciano muy sensible. Se hubiera echado a llorar si Pablo Iglesias le recordaba que había matado elefantes en África. Creo que también lo hubiera pasado mal si alguna diputada de Podemos le dijera que era un marido infiel. Esas cosas no se dicen, pero los de Podemos no lo saben.
Me preguntaban por él. Yo les decía a los diputados del PP interesados en el paradero de don Juan Carlos que el abuelo estaba bien.
-Come, duerme y juega a las cartas. No hay novedad.
-¿Cómo tiene el colesterol? -me preguntó José María Aznar.
-Correcto.
-¿Y la tensión? -siguió preguntando el ex presidente.
-Bien gracias a las pastillas que le receta su médico de la Seguridad Social.
-Tenga esta tarjeta. Es de un médico privado muy bueno.
-No hace falta, señor Aznar. En La Zarzuela defendemos la Sanidad Pública.
Felipe González no se acordó de don Juan Carlos. Estaba muy preocupado porque Pedro Sánchez, su último sucesor, no había traído rosas rojas para repartir.
-Ahí tenemos a Pablo Iglesias repartiendo claveles cultivados en la terraza de su piso de Vallecas y nosotros no tenemos ni una rosa para usted.
-Gracias por la intención, don Felipe.
-Le enviaré mis rosas a Palacio, Majestad. Las cultiva mi última esposa en el jardín de nuestra terraza. Es un jardín de macetas, muy parecido al del chico de Podemos.
Todos eran felices. Unos con camisetas separatistas, otros con claveles rojos, los del PP con cara de fiesta y los del PSOE con cara de querer ganar las próximas elecciones generales. Acabé sintiéndome feliz dentro de mi vestido rojo de bailarina de tómbola.
-¿Bailamos, Felipe?
-¿Qué dices, Leta?
-Quiero bailar en medio de todos los políticos de mi país.
-No pierdas la cabeza, anda, que eres la Reina de España.
Mi Felipe VI es un hombre muy serio. También es muy seria mi doncella Maripuri cuando se pone a escribir discursos. El discurso del Rey de España le salió muy bonito a Maripuri. No se le escapó nada sobre la infidelidad del Rey Juan Carlos. Yo lo temía, porque le metió al discurso muchos halagos al hombre que inventó la democracia en España después de haber conocido a Francisco Franco. Mi suegro merece todos los halagos, pero no una fiesta. El pobre está para calditos y mimitos de los nietos. Es un hombre jubilado.
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