Meghan no quiso ser princesa

​ Me da pena Meghan. No sabe lo que se ha perdido dejando de ser princesa. Para empezar no tendría que trabajar mucho. Para seguir tendría un trabajo fijo. Para continuar heredaría algo de dinerito de la Reina de Inglaterra. Supongo que morirá algún día esa mujer tan anciana. No e que le desee un entierro, por supuesto. Pero es ley de vida.

 También me preocupa Harry. Ese chico no sabe lo que es trabajar. Temo que se meta en las obras. Mi Felipe me contó que a su primo Harry le gustaban mucho los juegos de construcciones de niño. Sería horrible verlo trabajar en un andamio de un edificio. Harry tiene la piel de las manos muy delicada. No habría crema de manos que arreglara la alergia que seguro que le da el cemento.

 Estos días no dejé que mis Herederas vieran la prensa. Podrían contagiarse de las ganas de Meghan de no ser princesa. Yo no podría soportarlo. Luché mucho para casarme con el hoy Rey de España. Mis hijas tienen que heredar este país, heredar un trabajo fijo, heredar los Palacios del Estado.

 -¿Ha pasado algo gordo, mami? -me pregunta Leonor.

 -Sí, cariño, pero en Inglaterra. Por esta España nuestra anda todo tranquilo.

 -Tienes que decirme qué pasa.

 Decido contarle lo de Meghan. Leonor se preocupa. Piensa que el pequeño bebé de Harry y Meghan pasará hambre.

 -¿Le enviamos los bricks de Leche Asturiana que tenemos en la nevera? Nosotros podemos tomar el café solo.

 -No llegaría bien a Canadá, cariño.

 -Entonces hay que enviarles dinero. Voy a buscar mi hucha. Tengo mucha calderilla. Y Sofía también.

 Me emociono. Tengo que pedirle unos pañuelos de papel a mi doncella Maripuri. Más tarde les diré a las niñas que guarden sus huchas. Me encanta que sean tan solidarias con esos ingleses tan locos. Pobre Meghan. No sabe lo que hace. Seguro que regresa a donde la abuela inglesa de su marido pidiendo perdón. No tardará mucho. Un marido príncipe sale muy caro. No trabaja y quiere comida cara. Harry es de comer mucho marisco y carnes de ternera de primera. 

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Los 92 años de mi abuelina

​ Hoy mi abuelina cumple 92 años. Es la mejor periodista de España. Todavía recuerdo cuando me llevaba a su radio para ayudarla con las noticias. Era muy niña. Mi abuelina me contagió la vocación de periodista. La vocación de Reina fue cosa mía. Pasé de periodista a Reina mirando las revistas del corazón. Yo podía ser una Reina más, me dije. De ahí a enamorarme del entonces Príncipe de Asturias hubo un paso.

 No podré ir a Asturias a felicitar a mi abuelina porque tengo mucho trabajo. Las niñas tienen deberes del colegio y yo soy la encargada de que los hagan. Otros días lo hace mi Felipe. Hoy no puede. El Rey de España anda muy liado con los políticos. El Presidente del Gobierno nombró a tantos ministros que mi pobre Felipe no tiene tiempo para más que recibir a los ministros y vicepresidentes. 

 El cumpleaños de mi abuelina me ha puesto triste. ¿Cómo seré yo de vieja? Tal vez no envejezca nunca. Los avances médicos van encaminados a acabar con la vejez del ser humano. Seguro que inventan un bótox mejor. A mí me horrorizan las arrugas. NI siquiera aguanto las arrugas en la ropa. Mi doncella Maripuri lo sabe. Por eso plancha hasta mis bragas. 

 ¿Tendré algún día 92 años? ¿Y cien? ¿Seré una Reina vieja? No, no quiero ser vieja. Es horrible verse con el pelo blanco, los dientes de plástico y los nietos con edad para ser jubilados. Yo quiero la juventud eterna. Firmaría para quedarme tal cual estoy. Voy a brindar. Brindo por el futuro. España es muy afortunada por tenerme como Reina. Lo dice hasta nuestro vicepresidente Pablo Iglesias.

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