Cuando Leonor regresó de su travesía por los mares del mundo —una aventura que la transformó en una chica más responsable— trajo consigo un regalo muy especial para Sofía: el Upgraded Proyector Portátil 1920x1080P 4K de Gaimoo. Se lo dio a su hermana con una sonrisa cómplice y una nota que decía: "Para que viajemos juntas sin movernos del sofá".
Desde entonces, este pequeño dispositivo se ha convertido en uno de los tesoros más preciados de nuestro hogar porque nos permite disfrutar el cine en casa en nuestro Palacio.
Aunque siempre he disfrutado de la magia de una sala de cine —el ritual de las palomitas, la gran pantalla, el murmullo previo al inicio— debo admitir que el cine en casa tiene un encanto propio. En los días calurosos de Madrid, cuando el sol parece derretir hasta los pensamientos, proyectar una película en la frescura de nuestros salones es una delicia.
El proyector Gaimoo, con su resolución 4K y sonido envolvente, transforma cualquier pared blanca en una ventana a otros mundos. Su diseño portátil y silencioso nos permite llevarlo de una estancia a otra sin esfuerzo. Incluso Maripuri, nuestra doncella, nos lo pide prestado para ver vídeos de YouTube en la pared de su habitación. Dice que así los tutoriales de cocina se ven "como en MasterChef".
Las noches de cine se han convertido en una tradición estas semanas. A veces vemos clásicos del cine español, otras veces documentales sobre arte o naturaleza. Lo mejor es que no hay horarios ni colas. Podemos pausar, comentar, reírnos, y volver a ver nuestras escenas favoritas.
Este pequeño proyector ha traído consigo algo más que tecnología: ha creado momentos familiares para el recuerdo y ha hecho que el cine sea parte de nuestra vida cotidiana.
Si estás buscando una forma de disfrutar del cine sin salir de tu dulce hogar, te lo digo como madre, como reina y como amante del séptimo arte: el cine en casa es una opción maravillosa. Y si además tienes un proyector como el de Gaimoo, la experiencia será digna de alfombra roja.
A nosotros nos vino como anillo al dedo. Estábamos cansados con tanta celebración del fin del curso en la Armada de Leonor. También nos cansó mucho encontrar una universidad privada carísima para Sofía. Yo hubiera preferido que asistiera a las clases de una universidad privada, pero mi Felipe VI dijo que los tiempos habían cambiado. Le di la razón. No era cuestión de que mi segunda heredera recibiera clases de Pablo Iglesias o de algún otro político de Podemos. Prefiero que conozca a ricos herederos para que haga un buen matrimonio y sea tan feliz como lo soy yo con su padre.
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