Era Nochebuena en La Zarzuela, y la mesa estaba elegantemente decorada con velas brillantes y un centro de mesa de flores frescas. El aroma del pavo asado y los dulces navideños llenaba el aire, mientras yo, la Reina de España, me aseguraba de que todo estuviera perfecto para la cena familiar.
—¡Qué bien huele todo, mamá! —exclamó la princesa de Asturias, Leonor, mientras se sentaba a la mesa.
—Gracias, cariño. Maripuri ha hecho un trabajo excepcional esta vez —respondí con una sonrisa.
Mi hija Sofía se dejó caer en su silla con un suspiro.
—No sé si puedo comer más dulces… —dijo con un tono cansado—. Ya estoy agotada de tantas fiestas. Y esos polvorones que hace Maripuri son irresistibles… ¡Pero me da miedo engordar!
Leonor rió y le dio un codazo a su hermana.
—Vamos, Sofía. Un poco de dulce no te hará daño. Además, siempre puedes hacer ejercicio después —sugirió.
—Sí, pero ¿y si no tengo tiempo? —replicó Sofía, frunciendo el ceño—. Con todas estas celebraciones y las cenas familiares… ¡Es un desastre!
Interviné con ternura de madre:
—Querida, lo importante es disfrutar de estos momentos juntos. La Navidad no solo se trata de la comida; también es sobre compartir amor y risas en familia.
Felipe VI sonrió mientras servía vino a todos.
—Y hablando de compartir, ¿qué libros clásicos habéis leído estas Navidades? Yo terminé "Cien años de soledad". Es fascinante cómo García Márquez entrelaza realismo mágico con la historia familiar.
Leonor asintió entusiasmada.
—Yo leí "Orgullo y prejuicio". Me encanta cómo Jane Austen retrata las relaciones humanas y los dilemas sociales. ¡Es tan actual!
Sofía hizo una mueca.
—Yo intenté leer "Don Quijote", pero me pareció un poco pesado… Quizás debería haber elegido algo más ligero.
Intenté ser comprensiva con mi benjamina.
—A veces es difícil conectar con ciertos libros. Pero hay otros que pueden ser igual de enriquecedores. Tal vez podrías probar con "El principito". Es corto y tiene muchas enseñanzas valiosas.
En ese momento, Felipe sugirió:
—¿Por qué no llamamos a los abuelos para desearles unas felices fiestas?
Todos asentimos y servidora tomó el teléfono para marcar el número de los Reyes eméritos. Después de unos momentos, Doña Sofía contestó alegremente:
—¡Hola, mis amores! ¡Feliz Navidad!
—¡Feliz Navidad, suegra! —respondí con calidez de nuera amorosa—. Solo queríamos saludarte y desearte lo mejor en estas fiestas.
Don Juan Carlos se escuchaba al fondo, pero no se acercó al teléfono esta vez. Siempre regresa a casa por Navidad como el Almendro.
Doña Sofía continuó:
—Nos alegra mucho escucharos. No olvidéis pasar por el viejo palacio a recoger vuestros regalos de Papá Noel. Hay sorpresas esperando.
Sofía iluminó su rostro al escuchar eso.
—¿De verdad? ¡No puedo esperar!
La conversación continuó llena de risas y buenos deseos hasta que finalmente nos despedimos. En Navidad hablas sin decir nada. Es la fiesta más ñoña del año.
Al colgar el teléfono, miré a mi familia y dije:
—Lo más importante es estar juntos en esta noche mágica. Así que brindemos por nosotros y por todos los momentos que compartimos.
Levantamos las copas en un brindis lleno de amor y esperanza mientras las luces del gran árbol de Navidad parpadeaban suavemente, creando una atmósfera perfecta para celebrar la Nochebuena en familia.
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