Mi segunda niña entra en la mayoría de edad. Me siento alegremente triste. Mis hijas se han hecho mayores demasiado pronto. Las veo volar solas y siento añoranza de sus infancias a mi lado.
Ahora tendrán que enfrentarse a desilusiones, a desamores, a traiciones,... Pero también disfrutarán las cosas buenas de la vida, como ese primer amor importante o un trabajo que te entusiasma. Leonor está disfrutando mucho su paseo en barco por los mares del mundo. Su hermana Sofía está que no cabe en sí porque no tiene que ir a los ejércitos.
-El ejército no es para mí, mami -me confesó-. Prefiero ir a un convento.
-Ni tanto ni tan poco, hija.
-Me veo más con sotana que con traje militar -insistía.
-Las monjas no llevan sotana, cariño. Llevan un hábito que no está nada de moda.
-Prefiero un traje de paz a un traje de guerra.
La dejé por imposible. Pero fui firme con su padre: o sí o sí, nuestra Sofía no iba a ir a las academias militares. Felipe claudicó.
-Está bien, Leta. Tú ganas. La pequeña Sofía irá a la universidad a estudiar la carrera de Derecho.
-¡Estudiará lo que ella quiera! -exploté-. Ya llega que su hermana Leonor tenga que hacer lo que diga el Gobierno. Mi Sofía hará lo que le venga en gana.
Mi Felipe volvió a darme la razón. No le quedaba otra si quería que le preparara mi receta de tortilla de patatas. ¡Le encanta!
La prensa escrita ha repicado la noticia: la Infanta Sofía no irá al ejército. Respiré alividada. Me he evitado otra hija en un viaje en barco interminable. Leonor no regresa hasta el verano. ¡Espero que no le hagan más fotos en bikini rodeada de machotes del ejército del mar!
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