¡No puedo más! Este dichoso embarazo está terminando con mi paciencia. Le pedí a mi doncella Maripuri que me espantara a todos los pesados de Palacio que me preguntan continuamente como me encuentro. ¿Cómo me voy a encontrar? Con las molestias propias de una mujer embarazada. Pero nada, oigo pasos cada dos por tres acercándose a mi cuarto para escuchar a la puerta mis presuntos quejidos. Son las doncellas que me coló doña Sofía en casa para espiarme. No confían en mi porque me gusta contar chistes y creen que no hago otra cosa en todo el día.
-Ah... Maripuri. Pensé que eran los espías.
-¿Qué espías, mi Princesa? ¿Los del Cesid?
-Déjalo, es igual.
-No, mi Señora, no es igual. Si ZP nos está espiando se lo tenemos que decir a su Majestad el Rey para que lo llamé al orden.
Siempre me arrepiento de contarle mis preocupaciones a Maripuri. Es demasiado impulsiva. Ahora se está imaginando una historia que nos va a crear un problema institucional.
-Tranquila, Maripuri. Sólo se trata de las doncellas que provienen de la Zarzuela Vieja que nos están dando la pascua.
-¿Le van con chismes a doña Sofía? Pues eso lo arreglo yo, mi Princesa. Usted cuide del Infantito que lleva dentro.
-¿Qué vas a hacer?
Maripuri coge un juego de sábanas del armario y en un plis plas tengo ante mi a un fantasma blanco que se desliza por los pasillos sin que yo pueda hacer nada para evitarlo. Oigo unos gritos en las escaleras. Me parto de risa. Las doncellas de doña Sofía ya la están informando de que en la Zarzuela Nueva tenemos fantasmas.
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