Mi suegro está muy bien. Los árabes lo tienen invitado en sus Emiratos Árabes Unidos y no le falta de nada. Está tan contento que nos pidió por carta que les dijéramos a los españoles que dejen de preocuparse por su real persona. No echa de menos España. Allí vive mejor que esta Reina de España que escribe. Yo me alegro por él. Es un hombre de más de ochenta años y merece ser feliz.
También merece ser feliz mi suegra. Doña Sofía estaba agotada de tanta discusión. Cuando lo veía le llamaba golfo y esas cosas que decimos las esposas enfadadas. Don Juan Carlos la llamaba griega. Era horrible. Las discusiones acababan cuando aparecía mi Felipe diciendo basta. Obedecían y callaban. Doña Sofía subía para la primera planta de La Zarzuela y don Juan Carlos se acomodaba en el sofá de su pequeño despacho. Era un no vivir.
Ahora estamos mejor todos. Pero nos preocupan lo ligues de don Juan Carlos. Todavía no sabemos qué amante lo acompaña. Mi doncella Maripuri dice que es Corinna. Yo creo que es un nuevo amor. Espero que no salga tan cara la nueva como cara salió Corinna para Hacienda. En fin... no voy a hablar de los 65 millones de euros.
Quien sí habla de los 65 millones es mi doncella Maripuri. Quiere exiliarse en Abu Dabi por si los jeques árabes siguen regalando millones.
-Acepto esposo árabe, mi Reina.
-Pensé que eras feminista.
-Lo soy, pero necesito dinero para sentirme realizada. Me casaré con un jeque árabe, me divorciaré pronto y marcharé con 65 millones de euros. No dan para mucho, mi Reina, pero creo que llegan para comprar un pisito en el Barrio de Salamanca. Un ático pequeñito. No gastaré mucho en la decoración. En Ikea venden muebles a buen precio. Lo que no encuentre en Ikea lo compraré en Amazon.
Dejo a Maripuri con sus cuentas. Dice que también comprará un pequeño local para abrir una tienda de moda. Soñar no cuesta nada. Abro mi correo electrónico y encuentro un e-mail de mi suegro. Don Juan Carlos nos envía sus fotos de un paseo por el desierto. Se ve fuerte encima del camello. Imprimo la foto para enmarcarla. Seguro que mi Felipe lleva una gran alegría cuando vea la foto de su padre encima de la mesa de su despacho.
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