Estos días me da por comer galletas Oreo. Debe ser con la ansiedad. Mi doncella Maripuri dice que no debo comer tantas galletas con azúcares añadidos. Tiene razón. Espero que mis hijas no sigan mi mal ejemplo. No como las galletas en la mesa justo por eso. Cuando nos sentamos a desayunar en familia me apuntó al desayuno saludable del Sambrandan, es decir, café grande, zumo de naranja, pan caliente y mantequilla. El desayuno saludable del Sambrandán lo puso de moda mi doncella Maripuri en el palacio de La Zarzuela.
Yo estoy poniendo de moda comer galletas a escondidas. Las galletas Prinicipe Mini son mi perdición. Me gustan tanto que le ofrezco a los invitados. Pablo Iglesias, el vicepresidente que se nos va, suele aceptarlas. Me dijo el otro día que en su casa también las compran.
-En Galapagar comemos muy bien.
-No lo dudo.
-A mis hijos les gustan las Mini Chips Ahoy! Irene prefiere las Mini Oreo. Se chupa los dedos con el relleno de nata blanca.
-Mal hecho. Los dedos no se deben chupar en estos tiempos de pandemia.
Pablo Iglesias me pide que no los critique. Sólo él tiene derecho a criticarnos. Para algo es republicano.
-¿Qué tal sus previsiones de voto? -le pregunto.
-Seré Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid -afirma convencido.
No quiero desilusionarlo. Lo dejo marchar sin darle la mala noticia de que nunca será Presidente de nada. Ni siquiera será alcalde de Galapagar. Es lo que sale en las cartas del tarot de mi doncella.
Doña Sofía se deja caer por mi despacho. Me pregunta si tengo alguna cosa para picar. Le doy unas galletas de chocolate de Oreo. Las galletas Mini Príncipe se me han acabado. Acepta encantada.
-Acaban de pincharme, nuera. Ni me enteré del pinchazo. Temía desmayarme.
-¿Fue a Abu Dabi a poner la vacuna? -le pregunto alarmada.
-Me mando Felipe al centro médico de El Pardo. Me quedaba más cerca y la vacuna también me salía gratis.
No hablamos de sus hijas. Doña Sofía acaba de comer las galletas y se va. Dice que tiene mucho trabajo en su Fundación. Yo también tengo mucho trabajo. Estos días tuve que escribirles a todos los fabricantes de mantones de Manila disculpándome por convertir los preciosos mantones que me regalaron en ropa de salir a la calle. Tengo que cambiar las telas que reciclo. De aquí en adelante haré mis vestidos con los cortinones del Palacio Real. A ver si no se quejan los talleres de cortinas.
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