En la Casa Real vamos de mal en peor. Como si tuviéramos poco con don Juan Carlos, vienen sus hijas a fastidiarnos más el negocio. Felipe está de los nervios. Mi doncella Maripuri no da preparado tanta tila como toma. Quería tomar un trankimazin, pero le quité la idea de la cabeza. Es una pastilla muy fuerte. Además, tendría que recetársela un médico, no puedes ir a una farmacia y pedir el trankimazin como si fueran aspirinas Bayer.
Elena vino a disculparse por lo de la vacuna. Fue a Abu Dabi y se la ofrecieron. No iba a decir que no. Ella puso el brazo, le dieron el pinchacito y tan contenta. Cristina hizo lo mismo. No les cobraron nada. En Abu Dabi los hijos e hijas de Reyes del mundo mundial tienen todo gratis. Por eso van tanto mis cuñadas a ver a su padre.
Felipe se puso serio con su hermana. La sentó en una mesa y le ordenó redactar un comunicado. La pobre Elena estuvo toda la tarde escribiendo. Escribía, le enseñaba lo escrito a su hermano, Felipe decía que no valía y vuelta a escribir. Cuando llevaba cinco horas, consiguió un papel que sirviera para leer en los telediarios. Eso sí, la Casa de Su Majestad el Rey no ponía el cuño. Elena y Cristina no pertenecen a la Familia Real.
Así estamos. Cualquier día nos echan a todos para el exilio. Ya me imagino viviendo en Abu Dabi. Seguro que me aburro. Una vida resumida en comer, dormir y no hacer nada productivo no es lo mío. Esta semana quité el carné de manipuladora de alimentos. Si esto se pone más feo, no descarto presentarme a Masterchef.
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