
Mi Felipín me dio un susto de muerte el otro día. Quería dimitir de Heredero.
-Yo me voy, Leta. Marchamos para Estados Unidos. Este país no me quiere.
-Pues yo de aquí no me muevo aunque no te quieran. Mi meta es ser la Reina de España.
-Voy a abdicar en Leonor.
-¿A abdicar de qué? Es tu padre, el Rey, el que tiene que abdicar, chaval.
Maripuri asomó su rubia cabeza para reñirme por llamarle a mi Felipín chaval. Quiere que hable como un miembro de la Real Academia. Mi doncella no entiende que mi misión es darle brillo y esplendor a la Corona, no al vocabulario.
Quien no le da mucho brillo a la institución monárquica es la niñera Rafaela. Anda por Cataluña quemando fotografías de Sus Majestades. Y no es la única traidora de Palacio, también el peluquero Hernán toma posiciones para sacar tajada de la III República.
-Los de "el país" me contrataron para escribir artículos cuando leyeron en mi currículum vitae "peluquero oficial de doña Letizia de España".
-¿Cuánto te pagan, Hernán? -le preguntó mi Felipín.
-Poquito, Alteza. Si vos no me pagáis, no llego a fin de mes.
Mi Felipín se derrumba en el sillón ikea. Nunca lo vi tan deprimido. Ni siquiera cuando le negaba mi mano, antes de la petición de boda, era tan pesimista.
-La Monarquía se acaba, Leta. Elena y Cristina tampoco quieren ser las Herederas. No resisten un país que nos hace vudú.
-¿Vudú? ¡Maripuri! Mira en esas cartas tuyas si estamos embrujados.
-Yo no hago magia negra.
-¡Mira en el tarot si nos clavan alfileres!
Mi doncella corre a esconderse en la cocina. Si algún día vienen los republicanos con la guillotina a La Zarzuela, Maripuri pedirá como último deseo un trozo de tortilla española.
Yo, en cambio, no tengo últimos deseos. Mi único deseo es ser la Reina. Y lo seré por muchas fotografías que quemen.