Estamos en Canarias de viaje oficial y me siento muy querida por estos súbditos isleños. Aplauden como locos. Yo iba a pedirles que aplaudieran menos, pero mi Felipe VI me pidió silencio.
-Si no aplauden, nos silban, Leta.
-Ay, eso no, amor.
-Tú sonríe como sabes.
Les enseñé mis dientes blancos con cuidado porque el sol amarillea la dentadura. Mi Felipe VI dba abrazos a los políticos.
-Quiere que digan que es campechano -me susurró mi doncella-. Por eso está abrazando un poco más a los del PP. Les da el pésame por la dimisión de Esperanza Aguirre.
-¿Dimitió de verdad?
-Sí, mi Reina. Esa mujer no vuelve a la política.
Me reí a carcajadas sin importarme las patas de gallo.
-¿Qué te pasa, Leta? -se asustó mi Felipe VI-. ¿Qué te contó tu doncella?
-¡Ha dimitido la lideresa del PP!
-No hables de política, Leta.
-Eso decía Franco.
-No menciones al caudillo de España, por favor.
Me retiré al hotel. Mi horario de Reina trabajadora había terminado. Llamé a Palacio para saber noticias de mis Herederas.
-Tenemos una nueva niñera, mami -me dijo mi Sofía.
-¿Quién, cariño?
-Se llama Esperanza Aguirre. Pero Leonor no la quiere. La echó.
-Menos mal que tu hermana tiene sentidiño.
-Hablas como tu doncella Maripuri, mami.
-Somos parecidas, hija.
-Me acuesto y sueño con el carnaval de Tenerife. Despierto abrazada a mi Felipe VI. Mi Rey me llama mi Reina. Soy feliz: los canarios nos quieren y mi marido me ama.
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