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Thursday, November 26, 2009

Elena y Jaime se nos divorcian



 

 
 Doña Sofía está muy disgustada porque su hija Elena se ha divorciado. Teme mi suegra que Elena esté en el limbo por eso de que los que mandan en la Iglesia no dejan comulgar a los divorciados. Para una madre católica es muy importante que su hija tome el cuerpo de Cristo. Bien lo sé yo ahora que se me acerca la Primera Comunión de mi niña Leonor. ¡Cuatro años tiene mi criatura!

  Cuando tienes una hija de cuatro años, te sientes vieja. Parece que fue ayer cuando era una joven soltera tras un primer matrimonio fracasado. Trabajaba en TVE, no iba a misa, viajaba con los amigos y hasta estuve en la guerra de Irak haciendo un arriesgado reporterismo. Era joven y me sentía joven. Ahora siento la vejez llamado a mi puerta. Mi Felipín cree que sufro la crisis de los cuarenta, porque pena porque su hermana mayor se divorcie sabe que no tengo.
 
 -Yo necesité ayuda psicológica para recuperarme, Leta. Es tremendo cumplir cuatro décadas y seguir siendo Príncipe de Asturias.
 -¡Por fin quieres reinar, coño!
 -¡Leta! Acabas de soltar un taco.
 -Soy humana, Felipe.
 
 Mis cuñadas también dicen tacos, pero no se les notan tanto porque son Infantas. Un taco en una plebeya se nota más. También se nos nota más a las mujeres del Pueblo un divorcio. Peñafiel nunca olvida que la primera divorciada de la Casa Real soy yo. A las Infantas tampoco se les notan las peleas. En cambio, sus peleas conmigo no salen de la boca de Peñafiel. Ese hombre sigue hablando de mi mala relación con las hermanas de mi Felipín, y hasta me culpa del anuncio oficial del divorcio de Elena y Marichalar. Menos mal que no se a enterado de las peleas de mis Infantitas.
 
 Leonor le recuerda siempre a su hermana Sofía que ella es la Heredera del Heredero.
 
 -Tendrás que ganarte la vida con un trabajo.
 -¿Cómo Maripuri? -le pregunta mi Sofía.
 -Por ejemplo. Pero es mejor que te hagas cocinera porque los cocineros tienen estrellas Michelín y salen en la tele.
 
 Mi Leonor es una niña muy lista. A sus cuatro añitos ya entiende el funcionamiento de la Patria.
 
 -Yo no hablo de política, mami -me dice-, pero quiero que sepas que los padres de mis compañeros de Los Rosales votan a Esperanza Aguirre. No quieren a Gallardón y se ríen de Rajoy.
 
 Siento pena. Mi primogénita está siendo educada en un colegio de la derecha. Razón tenía mi doncella cuando nos pedía que la matriculáramos en un colegio público de Vallecas. Me consuelo pensando que estamos a jueves y los niños de Los Rosales tienen un fin de semana largo para olvidar el divorcio de mi cuñada. Prefiero que le hablen a mis Infantitas de política y no de los trapos sucios de la Familia Real.
 
 -¿Tú les hablas bien de Zapatero, cariño?
 -Yo no hablo de política, mami.
 -Hija, ¡por Dios!, ni que fueras la Reina de Inglaterra.
 -Soy prima lejana de esa buena señora.
 
 Mi Felipín se emociona oyendo a nuestra Leonor. Dice que es superdotada.
 
 -¿Cómo Einstein? -le pregunto.
 -Mucho mejor, Leta. Esta niña tienen un coeficiente intelectual muy alto. Vamos a tener que matricularla en la Universidad el próximo curso.
 
 No creo que Hacienda pueda afrontar el gasto. Georgetown es una universidad muy cara. Claro que podríamos financiarle la matrícula con deuda pública. Tengo que hablarlo con Zapatero. De momento, hay que darle prioridad al pago de las facturas del cumpleaños de Leonor. Los payasos no nos hicieron descuento. ¿Y qué decir del catering? ¡Un robo! Por unas patatas fritas con hamburguesas nos clavaron un millón de euros. Encima tuvimos que devolver el regalo que nos envió Aznar. Era un muñeco robotizado que olía a corrupción Gürtel desde lejos. Mi Felipín y yo sólo aceptamos para nuestra primogénita regalos chinos de dos euros y unas cremas que se venden en Tienda Coruña a un euro. Somos honrados. El resto de la Familia Real también es honrada. Mi cuñada Cristina trabaja como una negra en la Caixa, su marido Iñaki, pese a ser Duque, curra en telefónica, Elena está en una compañía de seguros (que no cito porque no me paga la puli) ganándose las lentejas y el más hornado de todos es mi pobre ex cuñado Jaime de Marichalar renunciado al Ducado de Lugo, a una esposa Infanta de España, a la custodia de dos nietos del Rey de España y a varios consejos de administración. No sé cómo va a pagarle a Elena los gastos de sus hijos.
 
 Hablando de gastos, los gastos del cumpleaños de Leonor me hundieron más en mi depresión precuarenta. Estamos en crisis, en recesión; mis súbditos, en vez de trabajar, van al INEM. Estoy triste. Sólo la abdicación de Su Majestad me curaría el pesimismo.
 
 -¿No quiere jubilarse, Majestad? -le pregunto-. Debería jubilarse antes de que la Seguridad Social dé en quiebra.
 
 Su Majestad no me hace caso; mira como mi Leonor juega con una muñeca de todo a cien. Lo noto triste. Debe estar pensando en el enfado que se habrá pillado Benedicto XVI nada más recibir la petición de anulación de una Infanta católica. No, mi suegro no piensa en el enfado del Papa, sino en los cuartos que  le va a costar la firma de Ratzinger en el acta de anulación de matrimonio religioso de Elena y su ex. Espero que no tenga que recurrir a sus cuentas bancarias de Suiza y nos joda la herencia a mi Felipín y servidora. Sería un desastre. No me quiero imaginar sin una cuenta bancaria en Suiza para heredar un día cada vez más cercano.
 
 
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