
¡Por fin somos Campeones del Mundo! Todavía no lo creo. Sufrí mucho durante la final. me agarraba al brazo de mi Felipín para que las cámaras de televisión no captaran mi temblor de manos. -Tranquila, Leta, que en los penaltis ganamos -me decía mi Felipín. -Yo no aguanto los penaltis. -Recuerda que eres Princesa de Asturias. A mi lado Máxima de Holanda recordaba que era Princesa de Holanda y no temblaba. Sonreía porque ella sonríe mucho y ofrecía pipas a todo el palco. -¿Quieres, Letizia? -me ofrecía de vez en cuando. -No, gracias. Doña Sofía aceptó un puñado. Intentó abrir una o dos sin éxito. Después le pasó las pipas de Máxima a un escolta y se centró en animar a los nuestros. Yo también animaba. Gritaba los nombres de los jugadores y aplaudía. Doña Sofía levantaba los puños. El príncipe Guillermo se apartó de nuestra Reina. -Mi madre, la Reina de Holanda, cuando levanta los puños, me acaba pegando -me cuchicheó. -Doña Sofía nunca llegó a tanto. El gol de Iniestas entró en la portería contraria justo en el momento que servidora de las Españas, es decir, yo, estaba tomando un valium. Mi Felipín gritó gol como si lo hubiera metido él mismo. Tuve que taparme los oídos. Doña Sofía y mi Felipín se olvidaron de los Príncipes de Holanda. Me tocó a mí consolarlos. Máxima acabó con mis pañuelos de papel. -Argentina perdió y ahora pierde Holanda. No es justo. -Te acompaño en el sentimiento. -Gracias, Letizia. El Príncipe Guillermo se ofreció a acompañarme a mí en el sentimiento de felicidad. Le dije que para esas compañías ya tenía a mi Felipín. -¡Mira como se besan! -chilló doña Sofía señalando un televisor. Casillas morreaba a Sara Carbonero. Agarré a mi Felipín y le dije que íbamos a besarnos. -Ay, no, Leta. -Me besas ahí abajo en el campo de fútbol delante de todos. -¿Qué tomaste, Leta? -Un valium. -Ya me parecía a mí. Deja los besos para la intimidad, anda. Y me quedé sin beso público. Tuvimos que regresar apurados. Su Majestad había quedado en pijama en Madrid. Doña Sofía temía que recibiera a nuestra selección en pijama y zapatillas. -Juanito ya no es el que era, Letizia. Los años le han pasado factura a tu suegro. -¿Va abdicar? Podría abdicar en el acto de recibimiento a la selección. -Quita esa idea de la cabeza. En el Palacio Real apareció mi cuñada Elena. Estaba eufórica. Dios sabe lo que habría bebido. -Somos campeones -decía. Había traído a Froilán por si los jugadores del Barcelona se lo llevaban para la Masía. -Me gusta la idea de tener un hijo futbolista. Froilán sabe dar patadas. -Entonces debes llevárselo a los holandeses, cuñada. En Holanda se practica el fútbol leñero. Doña Sofía intentó poner paz. Me callé para contentarla. Ver la copa en el suelo del salón donde me coronarán -reina de España me hizo soñar con mi reinado. ¡Qué feliz seré! Mis Infantitas tocaban la copa con ilusión. -Niñas, esperad a tocar la Corona -les dije. Mi doncella Maripuri escribió una instancia de queja a Su Majestad. Maripuri quería traer a toda su familia desde Galicia para abrazar a los jugadores. -En la Moncloa tratan mejor a los funcionarios, mi Princesa. Zapatero invitó hasta a los abuelos de sus trabajadores. -Aquí te pagamos mejor, Maripuri. -Allí dan canapés y tapas de tortilla. Maripuri se hizo fan de Zapatero. Quedó encantada con el recibimiento de Moncloa a nuestros campeones. Mi doncella no comprende que Su Majestad no está para mucha fiesta; tiene que cuidarse. Los fiestorros que tanto le gustan tendrán que esperar a mi reinado. |