En mi majestuoso Palacio de la Zarzuela, me encontraba caminando de un lado a otro en mi elegante salón, visiblemente contrariada. Leonor, mi querida hija y princesa heredera, había llegado a Brasil, pero la recepción que había recibido no era la que esperaba.
—Maripuri, ¿cómo es posible? —pregunté, dirigiéndome a mi doncella de confianza—. ¡Es inaudito que el presidente Lula no haya recibido a Leonor con el protocolo adecuado para una princesa heredera!
Maripuri, siempre calmada y con una sonrisa reconfortante, intentó calmarme.
—Majestad, por favor, cálmese —dijo con voz suave—. Mire el lado positivo: Leonor ahora tiene más tiempo para disfrutar con sus compañeros. Está paseando por las ciudades que visita sin las presiones de la etiqueta.
Me detuve y miré a Maripuri con ceño fruncido.
—Pero Maripuri, ¡es una cuestión de respeto y dignidad! Leonor merece ser tratada con el honor que corresponde a su posición.
Maripuri asintió comprensiva, pero no se dejó llevar por mi preocupación.
—Lo entiendo, Majestad, pero también es una oportunidad para que Leonor vea el mundo desde una perspectiva más relajada. Conocerá mejor la cultura brasileña y podrá disfrutar de la compañía de sus amigos sin tantas formalidades.
Suspiré y me dejé caer en un sillón cercano.
—Espero al menos que Leonor no esté tomando tanto café —dije, preocupada—. Prefiero que se prepare las infusiones de té verde que se llevó del palacio. La cafeína del té verde es mucho más saludable.
Maripuri sonrió y me aseguró:
—Seguro que Leonor está siendo muy cuidadosa, Majestad. Ella sabe lo importante que es mantenerse sana y equilibrada.
Asentí, sintiéndome un poco más tranquila. Sabía que Maripuri tenía razón y, aunque me costara aceptar la informalidad con la que mi hija estaba siendo recibida, valoraba la oportunidad que Leonor tenía de vivir experiencias únicas y enriquecedoras.
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