
Cuanto más embarazada estoy, más preocupaciones me asaltan. La cocinera Ángela lleva una semana diciéndome que falta comida de la gran despensa de Palacio.
-Alguien se está sobrealimentando, Princesa.
Sinceramente, pensé que era ella la que comía lo que no encontraba. Es una alemana alta como una torre y gorda como un tonel. Jamás estaría en mi casa si no tuviera enchufe de doña Sofía.
-También faltan mil quinientas botellas de vino de la despensa, Princesa.
-No querrás decirme que nos roban, cocinera Ángela.
-Podría ser, Princesa.
Le pedí a mi doncella Maripuri que buscara el paradero de las botellas con las cartas del tarot.
-Eso no lo miro, mi Princesa.
-¡Obedece si quieres cobrar este mes!
-Ya me pagó el Príncipe.
Mi Felipín es un desastre. Paga los sueldos al servicio antes de finalizar el mes. ¿Y ahora como le obligo a Maripuri a buscar las botellas perdidas?
El único que conoce sus secretos es el contable Juan. Fui a su despacho y lo encontré con una botella de albariño en la mano mientras con la otra mano tecleaba números. Tan contento estaba, que cantaba el "tengo una muñequita con vestido azul" a pleno pulmón.
-¡Contable Juan! ¡Calla!
-¿Desperté a la infanta Leonor?
-Estuviste atracándonos.
-No, Princesa. El vino y las pizzas las esconde Maripuri en el edificio administrativo para que el Príncipe no acabe como Maradona.
¿Cómo no lo habría adivinado? Mi doncella Maripuri es la mano de Dios que mete los goles en Palacio. Pero una cosa es ponernos a régimen y otra, muy distinta, matarnos de hambre y abstemia.