Me preocupa que mi hija Leonor aprenda tantas artes de guerra. La acabo de ver en la prensa con una medalla al cuello por ser de un equipo de esgrima. ¿Qué hace una hija mía siendo premiada por un arte de guerra cuando yo soy una reina de paz?
Se lo pregunté a mi Felipe. Mi marido alzó una ceja y sonrió. No entiende mi pacifismo, más bien se lo toma a guasa. Pero mi pacifismo es muy cierto. Soy una gran defensora de la paz mundial.
-No te agobies, Leta. Leonor está haciendo un aprendizaje militar muy completo en la Academia de Zaragoza.
-Ni siquiera se ha probado el vestido que le envíe para sus fiestas de amigos y amigas -lamentó.
-¿Era bonito?
-Muy bonito. Era un vestido negro muy estilizante con una talla única. Seguro que le queda ideal.
Felipe se encoje de hombros y retoma la lectura de los periódicos del día. Comprendo que no tengo nada que hacer.
Entonces entra mi doncella Maripuri con un paquete.
-Tenga el vestido de Leonor, mi Reina. Dice en la nota que se lo devuelve porque no le gusta. Le pide que le envíe más pantalones vaqueros.
Decido quedarme yo misma el vestido. Es precioso. Leonor no sabe valorar aún la moda femenina de invierno. Le enviaré más pantalones vaqueros y más camisetas si es lo que quiere.
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