Dice mi confesor que se dice santo pero yo sigo denominando onomástica al día en que un@ celebra su nombre. Este fin de semana estuvimos de fiesta por la onomástica de mi suegro el Rey. Hubo un besamanos público y una celebración familiar. No acabo de acostumbrarme a tanta familia junta, sobre todo los días que tengo algo torcidos.
-¿Qué te preocupa, Leta?- me pregunto mi Felipin al ver que comía menos de lo habitual.
-Nada, cariñín. Pensaba en la nena.
-Ay, mi amor, eres una madraza.
¿Quién no va a ser madraza teniendo a miss Jane para ocuparse de la cría? Mi Infantita va a ser la niña más lista y educada de todo el país gracias al buen hacer de la institutriz inglesa que nos podemos permitir.
-Letizia, prueba la tarta -me dijo Cristina chupándose los dedos manchados de chocolate cremoso.
-Creo que tú no la deberías comer, cuñada. Los dulces tienen muchas calorías. Coge una servilleta de estas de papel que son mucho mejores que esas que ponen los de protocolo con tantos bordados.
Mi suegra la Reina, una mujer muy profesional para la tarea de reinar, se apresura a coger una servilleta. Me doy en cuenta de que he roto el protocolo otra vez. ¡Qué lata! No lo doy aprendido. Creo que tendré que obligarlos a modificar esas normas trasnochadas.
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