No me gustan los abucheos. Ayer en Leganés se volvieron a repetir los gritos a favor de la República y en contra de mi Felipin. Mi pobre esposo Príncipe se preocupa más por mi que por él. Sabe que soy una princesa sensible a la crítica y que al menor enfado la monto. En el coche, de regreso a nuestra casita-palacio, me tomo la mano entre las suyas y me la acarició como sólo él sabe hacerlo.
-Leta, no le des importancia a cosas que no la tienen. Eran muchos más los que te gritaban guapa.
-¡Pero si a mi no me abuchean, Felipe! Es a ti al que gritan que pongas la primera porque viene la tercera.
-La pondré después del verano, mi amor, para que venga la segunda.
-¿La segunda?-le pregunté haciéndome la sueca aunque bien sabía a que se refería.
-Si, mi jefa. Después del verano pondré lo que hay que poner para la segunda niña Infanta para que Leonorín sea Princesa heredera sin necesidad de modificar la Carta Magna.
Yo suspire angustiada. La segunda va a ser segundo. Estoy segurísima que va a venir un hermanito varón para mi niña Leonor.
-Felipe -le dije- Creo que necesito un vestido nuevo.
-Todos los que quieras, mi amor. Mi padre el Rey ya habló con su administrador para que no limite tus gastos de vestuario.
-Voy a cambiar de diseñador.
-Lo que quieras, mi jefa. Tú mandas.
-El próximo vestido me lo confeccionara Agatha Ruiz de la Prada. Quiero un vestido tricolor republicano y nadie como ella para hacer algo llamativo.
Mi Felipín frunció el entrecejo pero acto seguido me obsequió con su mejor sonrisa. Volvió a repetirme que hiciera lo que quiera. Es lo que hago siempre: lo que quiero. Al menos mientras la República no nos deje sin presupuesto para alta costura y viajes.
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