He felicitado a Masako por su estrenado cargo de Emperatriz de Japón y la pobre mujer me ha contestado con una postal en la que me agradece e pésame. No la entiendo. Debería estar feliz. Yo me siento muy dichosa por ser la Reina de España.
Mi Leonor me pidió que no enviara más felicitaciones a la familia real japonesa. Los ve algo tristes. Mi Sofía opina lo mismo que su hermana mayor.
-No saben valorar lo que tienen, mami, y deberían hacerlo. Hay que ser agradecidos.
-¿Tú eres agradecida, hija?
-Sí, mamá. Acabo de darle las gracias a tu doncella Maripuri por prepararme un desayuno inglés.
-Tenías que tomar desayuno español, desayuno sano.
-A Maripuri se le terminaron las naranjas de zumo. Me dijo que un poco de bacon sustituía bien el zumo de naranja.
Callo para no gritar. Paso una semana fuera de España y cuando regreso tengo a todo el mundo con dieta insana. Hasta doña Sofía se ha lanzado a comer pescado sin límite.
-Va a acabar con los peces de los mares, suegra.
-Son merluzas cultivadas en Japón. Me las envió en valija diplomática el nuevo emperador.
-¿Y para mí que ha enviado?
-Palillos de comer arroz.
Vuelo a callar para no gritar. Pienso que mi Leonor hace bien en estudiar árabe. Las monarquías árabes hacen regalazos a sus invitados. Leonor podrá darles las gracias en su idioma.
Recibo una llamada de Masako a la hora de la cena.
-¿Podemos ir a España de vacaciones? -me pregunta.
-Por supuesto. Os dejamos el Palacio de Marivent.
Masako acepta el ofrecimiento. No sabe el alegrón que me da. Odio Marivent. Este verano podremos ir a Tokio en intercambio vacacional. Masako es un sol.
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