Estamos yo y mi Príncipe preparándonos para el desfile de mañana día del Pilar o de la Hispanidad o de la Guardia Civil o... de lo que quieran que sea. Los desfiles militares se preparan como los de la pasarela Cibeles, esto es, con unos cuantos ensayos en la intimidad. La ventaja es que no te miden la masa corporal ni la altura. Por eso me gusta el ejército: cualquiera puede apuntarse. Yo sólo me he apuntado a mirar como desfila nuestro bravo ejército.
-Mi Princesa, practique usted más las reverencias a la bandera que después se le olvidan y queda mal delante la prensa.
-Oh... Maripuri. Eres la voz de mi conciencia. No te preocupes por las reverencias que últimamente no hago otra cosa. Hasta inclino la cabeza ante las sábanas del tendal.
-Es lo que debe hacer, señora, son banderas de la libertad.
-Querrás decir de la paz, jardinero Jordi.
-No hay libertad sin paz- sentencia mi Felipe marido.
Todos nos callamos. Mi Felipín es un hombre sabio que dice cosas importantes que aprendió durante su estancia en la Universidad de Georgetown. Las Universidades patrias no se detienen a enseñarnos las palabras profundas del saber, nos hacen más canallas y menos filósofos.
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