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Estos días ando un poco desorientada con las náuseas que me traen mareada por los pasillos de Palacio. El pasado jueves no hubo entrega de Premios Príncipe de Asturias porque no era el día; sólo se trataba de un banal viaje con los Presidentes de Portugal, que no son reyes, a Asturias. Nada importante. Cuando Maripuri me sacó de mi error respiré aliviada. No me había perdido nada, ni siquiera la foto porque no estaba yo ese día para mucha foto.
He decidido que a la entrega de los Premios voy a ir aunque sea en camilla. Estoy preparando el vestido adecuado con la inestimable ayuda de Lorenzo Caprile.
-Mi Princesa -me dijo ayer- debe llevar usted un vestido con mucho volumen en color verde marujita.
-¡Ni hablar! Yo soy una Princesa, no una maruja. Quiero un vestido rojo y cortito, lo más minifaldero posible.
-No, mi Princesa, a usted no la favorecen las minifaldas.
-Eso ya lo sé, pero me obliga el protocolo a enfaldarme. Alguien tiene que poner la falda y como vivimos en un país machista nos toca a las mujeres de la realeza borbónica empezando por la princesa con suerte que es servidora.
Tuve que cortar la conversación telefónica porque un carraspeo de fondo me indicó que doña Sofía estaba escuchando por el teléfono supletorio del otro Palacio. Eso me ocurre por tener a la suegra en el vecindario.
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