¡Ay, pillines! Ser princesa es muy difícil cuando no pretendes ser como todas sino ser tú misma. Siempre me critican. Si el viento huracanado me levanta la falda parece que se acabo el mundo porque no se le pueden ver las piernas completas a una futura reina. Si me apetece atarme el pelo en una cola de caballo dicen que voy mal peinada. ¿Qué pretendían?... ¿qué mediera un soponcio como a los pobres soldados que intentaban desfilar bajo el sofocante calor sevillano?... Los del norte no aguantamos esas temperaturas. Ayer en Sevilla pille una gripe de verano y aquí me tienes hoy en casa tomando zumos de piña y aspirinas a ver si se me va la fiebre. Lo mejor es ver a mi Felipín haciéndome de enfermero. Hasta me canta el la, la, la para animarme. Bueno, mi Príncipe no sabe cantar otra cosa. Hoy está contento pese a su preocupación por su Leti. En el desfile de las Fuerzas Armadas en Sevilla no vio ninguna bandera republicana que lo disgustase. La que cayó del cielo con los paracaidistas era la rojigualda de toda la vida. ¡Menos mal! Si llega a ser la de la II República también me echarían a mi la culpa...
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